Pasar por una operación de cirugía estética es una decisión complicada que no se puede tomar a la ligera. Hay muchas cosas que sopesar y valorar antes de someterse a un proceso de este tipo. El paso del tiempo nos afecta a todos de forma visible, pero algunas personas se sienten más inseguras con esos primeros rasgos de la vejez.
Aunque no hay una edad perfecta para hacerse un lifting, el mejor momento es a partir de los 40. Hace años, se pensaba que era mejor después de los 50 o 60, cuando los tejidos estaban más descolgados, pero en realidad es recomendable hacerlo antes, porque la piel aún puede recobrar parte de su tono, tiene elasticidad y no está tan flácida.
El lifting facial, también conocido como ritidectomía, consiste en una intervención quirúrgica para difuminar los signos del envejecimiento, es decir, no lo frena, pero sí mejora el aspecto del rostro para que se vea rejuvenecido.
La operación se realiza mediante la recolocación y el tensado de las estructuras internas que se han quedado flácidas en cara y cuello, devolviéndoles parte de su tersura. Dependiendo de las correcciones que haya que hacer, la cirugía puede llevar más o menos tiempo, pero dura en torno a las dos o tres horas. Las cicatrices que deja son mínimas, intentando esconder éstas en pliegues y zonas poco visibles de la piel. Por lo general, se utiliza anestesia local con sedación, aunque en los casos más complicados se emplea anestesia general.
Esta intervención requiere un estudio previo para ver las opciones que el tratamiento puede ofrecer y los posibles detalles a rectificar. Muchas veces un lifting va acompañado de otras cirugías faciales como la blefaroplastia o cirugía de párpados. No suele tener secuelas más allá de la hinchazón de los primeros meses.
Una duda muy frecuente es si se puede repetir un lifting dos o tres veces en la vida y la respuesta es sí. Además, después de la primera vez, el resultado será más natural.